La serie CONTROL como el resto de mi trabajo es de carácter experimental. Me enfrento a la naturaleza como sujeto (no como objeto) en busca de un encuentro sin parámetros ni reglas delimitantes.
Dejándome llevar por lo espontáneo, busco en la topografía del paisaje lo que surge en el choque de ese espacio-tiempo con los ingredientes internos que conforman una individualidad a la que podría considerar propia, a pesar de estar cada vez más en la certeza de no poder hacerlo.

El control de la naturaleza, o la forma en la que se intenta controlar la naturaleza, es la base de toda cultura.
La humanidad avanza llevada por este cúmulo de descubrimientos, conceptos e ideas que son revisados, reformados y alimentados por cada nuevo paradigma que nace, crece y se desvanece en nuestra Historia. La ciencia es patrimonio de la humanidad; el único patrimonio que, a largo plazo, no acepta divisiones políticas, religiosas ni filosóficas, sino que crece más allá de ellas impregnándolo todo, lo simple y lo complejo de nuestra cotidianeidad; de la prehistoria a la actualidad, generando un proceso evolutivo continuo que forma el bagaje cultural de nuestra especie. La paradoja se manifiesta enfrentando el control de la naturaleza y el control que éste ejerce sobre la naturaleza del individuo, ya que ésta es reacia a ser controlada, y a corto plazo este último crece exponencialmente.

Es la historia que pretendo contar pintando estos jeroglíficos lumínicos, estos grafittis invisibles más que a la lente que los captura durante largas exposiciones. Juego con símbolos, que en sí surgen del estudio de la naturaleza. Impregno el paisaje con la historia o las fórmulas que él me inspira, creando un contrapunto entre la naturaleza del paisaje y la influencia humana que sobre éste actúa, los rastros humanos visibles (unas veces más y otras menos) que lo invaden, lo transforman o intentan transformarlo, más que nada, para comprenderlo, para controlar (o intentar controlar) su naturaleza.

El paso del tiempo es otro tema que aparece en esta serie de fotografías. La trayectoria de los haces lumínicos no sólo de la tipografía pintada sino también de las estrellas son sólidos en la imagen, permanentes. El brillo de luz proveniente de una carretera, un cuerpo sólido, o el rastro de una persona en el paisaje, se desvanece, es intrascendente, es temporal. El individuo que desaparece, que pasa por un estado al que nunca volverá. Ese momento único e irrepetible, atemporal e inexistente físicamente es el opuesto a una regla física que permanece. El ser que entra, observa intentando entender y se va dejando su huella para el siguiente ser. Ese es el individuo que intento representar, el Yo despojado de su ego, lo temporal y lo atemporal, lo heredado y lo aprendido, la ínfima contribución que todos hacemos a este Ser llamado humano.

“En otro sentido hay un logro continuo de casos singulares en los más diversos lugares de la tierra y a partir de las más diversas culturas, logros en los cuales se presenta, de hecho, un tipo superior: algo que en comparación a la humanidad en conjunto es una especie de superhombre. Tales afortunadas coincidencias de un gran logro siempre fueron posibles y siempre lo serán. E incluso generaciones enteras, tribus, pueblos, pueden en determinadas circunstancias representar tal golpe de suerte.”
Friedrich Nietzsche (“El Anticristo” 1888.)

Diego Alonso, Madrid, Mayo 2009.